Fue un romano del siglo III. Según la tradición, Ginés, mientras representaba una comedia ante el emperador Diocleciano, se le ocurrió parodiar un bautismo que había presenciado unos días antes. Pero se produjo un milagro, y nada más recibir el agua, mientras realizaba la comedia se convirtió al cristianismo. Fue torturado y decapitado por Diocleciano el año 286.
Extendido en el caballete de tortura, desgarrado largamente por la uñas de hierro, quemado incluso por las antorchas, perseveró en la confesión de su fe.
Mientras era martirizado, decía:
"No hay otro Rey que el que yo he visto. A Él adoro, a Él rindo homenaje. Aun cuando me mataran mis veces por su culto, le permanecería siempre fiel como ahora. El nombre de Cristo está en mi alma y las torturas no podrán arrancarlo. Me arrepiento de mis errores pasados; me arrepiento de haber maldecido antaño este santo nombre en los hombres santos. Me arrepiento de haber llegado tan tarde, como soldado orgulloso, a adorar al verdadero Rey."
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